¿Está la juventud de hoy más tóxica?
por J. Robert Hatherill
de Toronto Vegetarian Association

Aunque mucha gente piensa que la dieta constante de violencia en los medios de comunicación nos está conduciendo hacia un mundo más violento, en realidad esto lo puede estar causando una dieta constante de metales pesados y pesticidas que está llevando a la juventud a situarse al borde hacia el abismo.

Tal vez, más allá de vigilar a nuestros muchachos en lo referente a las armas o a los explosivos, deberíamos hacerlo con su sangre para conocer qué tan altos pueden llegar a estar en ellos los niveles de químicos tóxicos. Deberíamos observar en particular a los recientes autores de crímenes escolares – no tanto para saber si están vivos o no – sino para tratar de encontrar si habría alguna raíz biológica para su comportamiento.

La polución lleva a algunas personas a cometer crímenes violentos, pero en nuestra miopía no hemos observado esta obvia posibilidad; sin embargo, un rápidamente expandido cuerpo de investigación, muestra que los metales pesados como el plomo y los pesticidas, disminuyen la capacidad mental y aumentan la agresividad. El comportamiento humano es fácilmente influenciable por los químicos tóxicos, lo que llevó en los años 1980 a que apareciera una nueva disciplina científica llamada toxicología comportamental.

Sin embargo, seguimos cargando nuestra agua y suministros alimenticios con peligrosos químicos. En el año 1992 el congreso prohibió verter el lodo en los océanos, por lo que dicho lodo resultó siendo “depositado” en las tierras de cosecha. Cuando esta decisión fue tomada los asesinos del colegio “Columbine High School” eran de 10 y 11 años de edad, y desde ese tiempo hemos estado depositando de manera rutinaria en las tierras de agricultura: metales pesados como plomo y cadmio, químicos del cuidado del hogar, químicos industriales, pesticidas y microbios causantes de enfermedad.

Como resultado, ¿estamos ahora propiciando una nueva generación de matones con armas violentas?

El derramamiento de lodo es sólo uno de los ejemplos de la degradación continua de nuestro suministro alimenticio. El uso de pesticidas se ha incrementado en 33 veces desde 1942. Estudios recientes demuestran que niveles de residuos de múltiples pesticidas han ido causando agresiones en aumento. Los residuos de pesticidas mezclados han inducido a niveles anormales de la hormona de la tiroides, que está asociada con la irritabilidad, la agresión y con una múltiple sensitividad química.

Los niños son los más vulnerables a los contaminantes. Por ser más pequeños y estar creciendo más rápidamente, absorben los minerales tóxicos en un 40 a 50 % más que los adultos, los bebés alimentados con fórmulas infantiles en vez de leche materna, absorben más metales pesados como el manganeso. Dichas ingestas de plomo y manganeso aumentan la deficiencia de calcio en la infancia. En la revista de la Asociación Médica Americana, en su número de febrero de 1996, hay un artículo titulado: “Los niveles de plomo en los huesos y los comportamientos delincuenciales”, donde se perfila la asociación entre los metales pesados en el cuerpo y los problemas de comportamiento, tales como el desorden de déficit de atención, la agresividad y la delincuencia.

Aún mas inquietante: por lo menos siete estudios han demostrado que los criminales violentos, en comparación con prisioneros no violentos, presentan en sus cuerpos niveles elevados de plomo, cadmio, manganeso, mercurio y otros químicos tóxicos. Sumado al lodo y a los pesticidas está el latente problema de la transformación del suministro de alimentos y de nuestros hábitos alimenticios. En años recientes, los desarrollos en tecnología alimentaria en los Estados Unidos y en otros países desarrollados, han conducido a cambios profundos en la composición nutricional y en la cantidad de fibra en la dieta.

El cultivo y el procesamiento de los alimentos se ha convertido en una gigantesca industria mecanizada y el incremento explosivo en el procesamiento ha eliminado muchos nutrientes esenciales y fibra de nuestra comida. Una dieta llena de “comida rápida” y baja en fibra, garantiza una ingesta mayor de agentes contaminadores como el mercurio y el PCB. Aunque el PCB fue prohibido en los años 1970 aún está persistente en el ambiente.

La revista de medicina New England Journal of Medicine, en septiembre de 1996, reportó que los niños expuestos a bajos niveles de PBCs en el útero, crecen con una baja comprensión de lectura, bajo coeficiente intelectual y con problemas de memoria. Los padres que alimentan sus familias con la típica comida procesada y comercial, pueden estar inconscientemente contribuyendo con estos problemas.

Según el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, entre los años 1984 a 1994, se triplicó el número de jóvenes menores de 18 que fueron arrestados por homicidio. Es hora de mirar más allá hacia las raíces sociológicas de esta tendencia, para considerar los cambios profundos en nuestro suministro de alimento y agua como una causa posible del comportamiento violento. Necesitamos reflexionar sobre nuestra dependencia de la comida procesada y sobre la liberación de materiales tóxicos en nuestro medio ambiente agrícola.

En lugar de estar dirigiendo toda nuestra atención a los amargos debates sobre el control de armas y sobre la violencia en la industria del entretenimiento, atendamos la apremiante necesidad de un medio ambiente más limpio y de un alimento más nutritivo.

El Dr. J. Robert Hatherill, es un científico investigador.

De la edición septiembre/octubre de 1999 de Lifelines.